Ahora que no eres joven
pero
sí poderoso, recuerda.
Recuerda
que dependías de otros,
que
necesitabas sentirte querido.
Recuerda
que tú, sin miedo, salías
al
encuentro del que pasaba.
Recuerda
que necesitabas unirte a él,
por
el amor o por la palabra.
Recuerda
que, ahora, no es fácil entender
tu
afanosa búsqueda de seguridad.
Ahora
que eres poderoso,
recuerda
que tú te sentías quebradizo
y
necesitabas romper la sensación
de
desamparo, de orfandad.
Recuerda
que tú muchas veces
fuiste
un gran provocador,
cuando,
en realidad,
lo
que querías era ser atendido.
Recuerda
que, ahora, el miedo al futuro
no
te va a aportar estabilidad.
Ahora
que eres poderoso,
recuerda
que querías ser culto y honrado,
y
recuerda que no siempre
fuiste
leal en tus batallas.
Recuerda
que te oponías
al
poder, a la riqueza, al sistema,
aunque,
a veces, a escondidas,
tendías
la mano a la autoridad.
Recuerda
que, ahora, la añoranza
de
la vida pasada no aporta nada.
Ahora
que eres poderoso,
nadas
en la abundancia
y nada te atempera,
recuerda
que la solución al problema,
no
siempre viene desde fuera.
Recuerda
qué dura fue tu soledad
y
no permitas que tu casa se convierta
en
un recinto de celdas incomunicadas.
Recuerda
que, ahora, para nada,
tienes
por qué idealizar la vida pasada.
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