lunes, 31 de mayo de 2021

POEMA Nº 59. EL OCHO DE MARZO DE 2018



El ocho de marzo de 2018

 

Mi madre, que ya no está con nosotros,

de joven subía la cuesta con su canasta llena,

plena de ropa blanca, húmeda y recién lavada.

Se la echaba a las ancas y llegaba a su casa cansada,

aunque contenta, por tener sus sábanas limpias.

De profesión sus labores y ayudar en el campo.

No fue a la guerra, pero perdió muchas batallas.

 

Mi madre, forzada a luchar solo por el presente,

estaría feliz si viera cómo mejora todo,

pero especialmente, el futuro y sus nietas.

En sus días finales, con la pensión mínima,

tuvo más dinero del que sabía y podía gastar.

Ayer, fue un feliz ocho de marzo reivindicativo

y, más aún, para la mayoría de las mujeres.

 

Mi madre, hoy, que es el futuro de entonces,

no puede ver ni disfrutar los adelantos que hay,

pero sí comprobó cómo, el tiempo y la desidia,

destruyeron los dos lavaderos públicos:

El que había en lo bajo de mi calle 

y el que estaba en la otra punta del pueblo.

El progreso los arrasó a cambio de nada.

 

Mi madre anhelaba siempre nuestras visitas,

por eso, al besarnos veíamos su dolor no cicatrizado.

Y, al irnos, nos despedía con el mismo tintineo:

“Ya os vais otra vez, qué poco dura lo bueno…”.

En su interior había miles de deseos no alcanzados.

Eso sí, cuando se arreglaba para que fuéramos

a cualquier sitio, de contenta, le brillaban los ojos.

 

Mi madre murió en mayo de dos mil trece,

siempre tratando de vencer el día a día

para poder mejorar el futuro de los suyos.

Pero nunca llegó a comprender del todo

por qué en Canal Sur daban tantas voces

ni por qué repetían tanto las cosas.

Quizás porque la ven muchos mayores...