viernes, 20 de julio de 2018

POEMA Nº 32. UNA CALLE DE MI PUEBLO

 
UNA CALLE DE MI PUEBLO

 
Una calle de mi pueblo,
la calle en la que yo vivía,
está frente al camino del Calvario.
 
Entre mi calle, empinada, y el camino
estaba la fuente de la Tripa,
donde bebían las bestias.
 
Allí acudían a las mismas horas a beber,
al acabar la faena, con su andar cansino.
El mulero silbaba y aclaraba el agua.
 
En mitad de la calle estaba mi casa,
hecha de piedras de un antiguo palacio.
Pero allí no había limonero, ni huerto claro.

 Aunque sí había un corral, con “minao” y un torreón.
Allí se criaba una oveja, con conejos, marrano y gallinas.
Allí también había estercolero, lebrillos y una pila.
 
Como el corral era grande, además de bardales,
en él quedaba parte de la antigua muralla.
“No subáis al torreón”, decía mi abuela.
 
Frente a mi casa había un huerto,
que fue del antiguo palacio del obispo.
Allí vivían Sebastián, Dolores y sus hijos.
 
Como la calle era empinada,
hacia la mitad, había un peñón,

donde se sentaba la gente que subía.

 
Allí fui yo pequeño, pero poco tiempo.
Enseguida mi hermano mayor se fue a estudiar,
el mediano, otra cosa no se podía, buscó colocación.
 
Luego nos cambiamos de calle,
con la casa nueva aún por terminar.
El mayor se casa en Madrid y el mediano se va a Barcelona.
 
A partir de entonces nos juntamos
en vacaciones, sobre todo, por Navidad.
Y ahora aparecen los nietos: algarabía familiar.