martes, 26 de febrero de 2019

Poema nº 12. El sentido de la vida


 
El sentido de la vida  

Cuando aún era temprano,
mientras paseaba, corría un aire suave.
Era una brisa que te envolvía, que te arropaba.
También iba conmigo un ánimo frágil, delicado,
es posible que, de vivir, algo cansado.
 
Paseaba tranquilo, sin rumbo fijo,
como una barco a la deriva, pero no iba perdido.
Percibía en la cara el frescor de la mañana,
y como todo estaba tan silente y tan quieto,
no esperaba que pasara nada.
 
Sin embargo, de repente,
me encontré con una cara desencajada,
una cara que reflejaba una muerte cercana.
Pronto supe, por sus palabras entrecortadas,
que se trataba de la muerte de una persona amada.
 
Así, de pronto, sin yo esperar nada,
apareció  ante mí, la muerte imprevista.
Mi ánimo, poco antes frágil y delicado,
se tornó vigoroso y noté que, en el aire y en mi mente,
ahora, la vida había cobrado más sentido.
 
La muerte, siempre dolorosa,
al verla en las personas, próximas o lejanas,
nos da miedo, nos da que pensar.
Pero cuando el dolor se ha calmado,
los recuerdos nos ayudan a vivir.
 
Llenamos el aire y la mente de palabras vivas,
de recuerdos que nos amparan y ayudan,
que necesitamos para seguir viviendo.
Conviene aprender que, llegado el momento,
hay heridas que no se curan ni con el tiempo.