Aún guardo
aquella imagen
¿Recuerdas, Carmela?
de nuestra hija fundida con la teta.
Tenía un ojo guiñado y te miraba
de forma tierna, dulce y placentera.
Ella, estaba recién nacida,
vivía su primer otoño.
Tú, recostada en el sillón
de aquel octubre brillante,
que no dejaba irse al verano.
Ella, con su carita redonda,
quieta, sudorosa, satisfecha…
Tú, henchida, la mirabas callada,
mientras, tus ojos le hablaban de
amor.
La preparabas para crecer.
Aún recuerdo, cuando juntos,
Éramos conscientes de que no podía ser,
embelesados, le hablábamos.
Parecía que esperábamos respuesta.Éramos conscientes de que no podía ser,
pero nada nos apartaba de ella.
Luego, al poco tiempo,
llegaron sus primeros pasos
y ya no paró de crecer.
Cuánta alegría, cuánta risa
mezclada con ocurrencias.