miércoles, 1 de septiembre de 2021

POEMA Nº58. LA PUERTA VERDE DE MI CASA


 

La puerta verde de mi casa

 

Tiene mi casa una puerta verde y grande

flanqueada por dos árboles que yo sembré.

Hoy, ya enormes, atentos siempre vigilan.

 

Sé, con total seguridad, que los dos

me defienden de los peligros de la calle

y, quizás por eso, dan frutos diferentes.

 

En ocasiones, me siento debajo de uno de ellos

y, con tranquilidad, observo el otro.

Enseguida, percibo que me está mirando.

 

Es evidente que, mientras ofrecen vida,

comunican y, además, con proximidad;

tienen una mirada que acerca las cosas.

 

A veces, me hablan muy en serio,

me hablan con palabras dulces y cadenciosas.

Creo que quieren que vea la vida a su manera.

 

El que más miro, al final del invierno,

tiene bonitas flores blancas que, lentamente,

se deshojan. Más tarde brotarán las almendras.

 

Este, con sigilo me hace ver muchas cosas.

Las veo como si estuvieran quietas.

Quietas y reflejadas en un espejo brillante.

 

Como buen observador ni influye

ni aplaude ni condena, solo se dedica

a dejar constancia de lo que sucede.

 

Hace poco, con temor, casi susurrando,

me dijo que ve cómo, cada día en la calle,

hay más violencia: una gratuita; y otra, de pago.

 

También me habló, con mucha seriedad,

del aumento continuo de la soledad.

De la soledad desierta y de la acompañada.

 

Mientras, el otro árbol, el que está a mis espaldas,

mueve sus ramas. Se prepara para, muy pronto,

ofrecer miles de pequeños balines apiñados.