sábado, 28 de septiembre de 2019

Poema nº 23. Mi calle

 
Mi calle
 
Mi calle, una calle de mi pueblo,
es la calle en la que yo viví mi infancia,
y está frente al camino del Calvario.
 
Entre mi calle, empinada, y el camino,
en medio, estaba la fuente de La Tripa,
junto al matadero, donde bebían las bestias.
 
Allí acudían, casi a las mismas horas, a beber,
al acabar la faena y con andar cansino, se acercaban.
El mulero silbaba y con las manos aclaraba el agua.
 
En mitad de la calle, estaba mi casa,
hecha de piedras de un antiguo palacio.
Pero allí no había limonero, ni huerto claro.
 
Aunque sí había un corral, con “minao” y un torreón.
Allí se criaba una oveja, con conejos, marrano y gallinas.
Allí también había estercolero, lebrillos y una pila.
 
Como el corral era grande, además de bardales,
en él quedaba parte de la antigua muralla.
“No subáis al torreón”, decía mi abuela.
 
Frente a mi casa había un huerto,
que fue del antiguo palacio del obispo.
Allí vivían Sebastián, Dolores y sus hijos.
 
Como la calle era empinada, hacia la mitad,
había un peñón, donde se sentaban
algunos de los que subían, para descansar.
 
Allí fui yo pequeño, pero poco tiempo.
Enseguida mi hermano mayor se fue a estudiar,
el mediano, porque otra cosa no se podía, buscó colocación.
 
Luego yo me fui al internado y, poco después,
nos cambiamos de calle, con la casa nueva aún por terminar.
El mayor se casa en Madrid y el mediano se va a Barcelona.
 
A partir de entonces nos juntamos en vacaciones,
sobre todo, por Navidad. Y ahora, todos casados,
aparecen los nietos: algarabía familiar.