Mancha
Real, otro de mis pueblos
La primera vez que fui a Mancha Real,
fíjate qué lejos está,
que tardé más de veinte años en
llegar.
Y, la verdad, lo hice porque me
llevaron.
Perdón, es una broma,
en realidad, me invitaron.
Y además de lo lejos que está,
me pregunto por qué tardé,
tanto tiempo en llegar. En primer
lugar,
fue necesario coincidir en una fiesta;
más tarde, brindar con cava;
y encontrar a la persona que yo
esperaba.
Luego, por suerte, fuimos a tropezar
con Camarón en Pegalajar.
Posteriormente, coincidimos en
Granada.
Allí nos conocimos un poco más.
De nuevo, nos volvimos a juntar,
hablamos de todo y vuelta a empezar.
Casi sin darnos cuenta,
nos habíamos enamorado de verdad.
Aunque Mancha Real sigue estando
lejos,
las cosas algo han cambiado.
La autovía, terminada, nos acerca.
Ya se sabe, nunca demasiado.
El cariño, la familia que nos espera,
hace que, durante el verano en la
plaza,
mi Carmela me siga contando,
lo que aquello en otro tiempo era.
Hablamos de muchas cosas,
entre otras, de Letraña y La
Manchuela.
También de Los Murciélagos,
de La Peña del Águila y El Almadén.
Llegamos a Las Pilas, bajamos por el Soto,
y de nuevo en la plaza, hasta la
ermita.
Allí vemos si el Aznaitín tiene
montera.
Mientras tanto, Sierra Mágina y la
vida, esperan.