Olivares
de Jaén (I)
Olivares de Jaén que,
con el tiempo como testigo,
habéis moldeado un ejército irregular
de soldados mal alineados;
que habéis inundado los valles,
también coronado los alcores,
redondeado, aún más, las lomas
y, con mucho sacrificio, asaltado las
sierras.
Por eso, habréis de estar dispuestos
y alerta para próximas batallas.
Olivares de Jaén que,
con el hombre como protector,
habéis formado un ejército
que parece quieto y callado;
pero que, en los muchos
días ventosos de primavera,
se mueven vuestras ramas
como verdes melenas al viento
y, con una fiereza atroz,
arrojáis alergias a todos lados.
Olivares de Jaén que,
con algunas personas como cómplices,
habéis formado un ejército
de salud y mucha pobreza,
al que es necesario golpear
para que entregue el fruto.
Cuánta hambre se quitó,
cuánta necesidad por mitigar
y cuántas fatigas aún se contemplan
alrededor del campo de olivas.
Olivares de Jaén que,
durante la cosecha,
producís ruidos distintos,
que hoy sois un ejército,
a duras penas, mecanizado,
donde ya casi no existen cuadrillas
ni las bestias en hilera
ni varas de varear ni otros enseres.
Yo os pido, que se pierdan, también,
los aceituneros de pío-pío.
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