La
muerte
Cuando aparece la muerte dolorosa,
cuando te invade la fría tristeza,
cuando te inunda la soledad,
cuando desaparece la persona querida,
cuando la emoción está a flor de piel,
cuando pasa todo esto, ¿qué pasará?...
Entonces, subido al púlpito, predica
el cura:
no tengamos miedo, la vida no termina.
La vida de los hombres no termina con
la muerte.
Los finados están en buenas manos. Manos
que aman.
Están con nuestro Dios, siempre
dispuesto a perdonar.
Allí, inmensa felicidad, lugar de luz y
de paz, de inmortalidad…
Es ahora cuando el sermón
te recuerda la vida eterna,
y con él, todo se inunda de
tranquilidad.
La presencia divina anega todo lo
demás,
la religión ya no es un freno. Daos la
paz.
¡Pero el que no esté conmigo se
condenará!
Se condena a la muerte dolorosa, fría
tristeza,
soledad, delante de la persona
querida, emoción.
Por un lado, vida eterna, paz inmensa
y tranquilidad.
La presencia divina inunda, todo lo
llena.
Por el otro, si estoy fuera,
tengo miedo, me puedo condenar.
Es mejor, por seguridad, estar en el
grupo.
Te va a favorecer, te va a ayudar.
Sin criterios. Siempre son favores
debidos.
Si no te toca, resignación. Otra vez
será.
Si no eres de los míos, no eres nadie.
Dice el dicho popular.
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