De la calle
De sopetón, de la cruda realidad,
de
la realidad de una cuerda tirante,
de repente, ves el cuerpo sin vida.
¡Qué
duro debe ser llegar de la calle
y
encontrar el cuerpo quieto,
inmóvil,
desfigurado, muerto…!
De
pronto, de la realidad al recuerdo.
¿Dónde
quedó aquel niño cariñoso?,
¿dónde
se fue el hombre amable?
Ya
no vemos al joven sonriente,
aquel
mozo guapo de bonitos ojos azules
que
todavía no tenía cuarenta años.
Y
ahora, la realidad de la calle.
Desde
la calle se oyen rumores,
de
la calle se escuchan lamentos,
de
la calle brotan llantos de dolor.
En
la calle todos hemos perdido
en
su breve y cruel huida hacia la nada.
Por
eso digo a todos los presentes,
a
los que sois creyentes y a los que no.
También
a todas las personas de buena fe
y,
más aún, a los que son de la calle.
A
todos os aseguro, que ni hay culpables
ni
la culpa es de nadie ni el suicida es pecador.
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