Ahora, en estos momentos,
mientras
me duele tu ausencia,
recuerdo
el hecho implacable
y
me vuelven a doler los oídos.
Cuando
miro a mi alrededor,
siento
que estoy más triste,
estoy
destrozado por el dolor
y,
también, por el dolor de todos.
Poco
a poco, lentamente, tu ausencia
en
mi mente se agranda, aumenta,
crece
y crece y, silenciosa, se apodera,
se
apodera como la mancha de aceite.
Una
mancha tranquila, pero imparable,
que
ocupa todo el lugar que puede.
A
veces, tengo presente tu imagen,
aunque
guardo pocos recuerdos.
A
ellos me aferro con fuerza,
como
si fueran sueños de amor,
sueños
de amor que son imposibles,
que
están guardados en la memoria.
Más
que recuerdos bellos,
son
recuerdos generosos.
Recuerdos
donde se compartía
la
alegría y sobre todo la presencia.
Donde
nada estaba previsto,
pero
se huía de la tristeza,
se
compartía el jardín de la palabra amable
y la mirada sonriente, sonriente y agradable.
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