domingo, 29 de noviembre de 2020

Poema nº 43. Vacío de muerte



 

Vacío de muerte


En una noche negra de tormenta,

poco antes de la primavera,

sé que estuve cerca de la muerte.

 

Fue una noche tan oscura y tan larga

que duró cincuenta y dos horas;

hasta que la muerte me permitió abrir los ojos.

 

En ese momento, mis primeros recuerdos fueron:

un coche rojo, un tramo recto de carretera,

una curva y, luego, un vacío de muerte.

 

Un vacío negro, que la muerte no hizo suyo.

A mi lado, en aquel hospital de ladrillo rojo,

mis padres rogaban mi salvación.

 

Antes de irse, los médicos, por si acaso,

aconsejaron que me llamaran a menudo.

Así, podría volver a este mundo.

 

Que mi cuerpo decidiera responder

era lo único que me podía salvar.

Ellos ya no podían hacer nada más.

 

Allí, de forma callada y silenciosa,

la muerte se enfrentó con mi juventud,

y la vida ganó la batalla.

 

Sin saber por qué, con las primeras luces del día,

en voz baja y algo temblorosa, pregunté:

-¿Dónde estoy? ¿Qué hacemos aquí?

 

Lo que primero fue rabia y dolor,

luego pasó a ser llanto y desconsuelo,

y, más tarde, se celebró con alegría contenida.

 

A partir de entonces, decía mi madre:

-Tú cumples años dos veces. Una, la tuya; y otra, la mía.

Para ella, yo había nacido la vez primera y, también, aquel día.